Apr 21 1836 to June 3 1836 - PTR, Vol. 6

la referida linea, hasta lanlo el supremo gobierno cliclaba sus superiores resoluciones, sobre la conducla que debia seguirse por nueslras lropas. Despues de todo esto, Sr. Escmo, veo hoy con dolor, que el ejercito viene marchando hacia esla ciudacl. Yo, como general del ejercito mexicano, y como comandante de una de las divisiones del de operaciones en Tejas, creeria faltar a mis cleberes, si disimulara a V. E. mi opinion y senlimicntos con respecto a los movimientos de cste; y al hacerlo protesto a V. E., que no me dirige otro movil, que el natural y laudable he no contribuir por mi parte, a lo que considero debe afectar el honor y buen nombre, a la vez que producir a la nacion males sin cuento, que la imaginacion menos viva se estremecera en anticipar. Para continuar esplicandome con la claridad necesaria y no dar lugar a que en algun tiempo interpreten mis conceplos, me es forzoso, Escmo. Sr., volver la vista a los clias muy recientes en que todo nos presagiaba la feliz terminacion de la guerra mas penosa que quiza han sostenido las armas mexicanas. Baticlo un enemigo aJeve y traidor en cuanlas acciones oso presentar la cara, perdidas sus principales fortalezas, eslrechado a abandonar sus hogares e intereses, ocultando sus familias en los hosques, y reducido el mismo a un numero insignificante, sin clisciplina ni instruccion, ni gefes que sepan conducirlo; un suceso inesplicable hasta ahora para nosotros no menos que desgraciado, no ha podiclo, sin embargo, hacerlo fuerte, pues a V. E. es conslante que despues de aquel triunfo ha cifrado su seguridad en la suspension de las hostilidades, dispersandose casi toda su fuerza, aterrorizada de sus propias perdidas. Que se <lira de nosotros, Escmo. Sr., cuando se sepa que el ejercito mexicano en Tejas, ha dado al enemigo el ejemplo de pusilanimidad, pues reunido en mas de cuatro mil hombres con una artilleria considerable, y cubiertas sus conquistas, no emprendio el menor movimiento para atraer la fortuna a su lado, ni se cerciorara siquiera de la suerte de su digno primer gefe, recogiera sus dispersos y volviera a sus armas el lustre que hasla la aciaga jornacla <lei 21 de Abril, habian teniclo sino que al conlrario ahandono sus posiciones y dio principio a una relirada que, hablando con la franqueza de un soldado, no puedo llamar de otro modo que una vergonzosa f uga, de que ha resultado la desmoralizacion, que escepluandose la division que he tenido el

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